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ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

La Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús se conmemora cada año el viernes siguiente a la Octava de Corpus Christi; es decir, ocho días después del Jueves de Corpus Christi.

Oh, Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre». Mírame postrado a tus plantas, suplicándote me concedas una audiencia. Tus palabras me infunden confianza, sobre todo ahora que necesito que me hagas un favor:

(Se ora en silencio pidiendo el favor)

¿A quién he de pedir, sino a ti, cuyo Corazón es un manantial inagotable de todas las gracias y dones? ¿Dónde he de buscar      sino en el tesoro de tu corazón, que contiene todas las riquezas de la clemencia y generosidad divinas? ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado? A través del cual, Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios. A ti acudimos, oh Corazón de Jesús, porque en ti encontramos consuelo, cuando afligidos y perseguidos pedimos protección; cuando abrumados por el peso de nuestra cruz, buscamos ayuda; cuando la angustia, la enfermedad, la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza superior a las fuerzas humanas. Creo firmemente que puedes concederme la gracia que imploro, porque tu Misericordia no tiene límites y confío en que tu Corazón compasivo encontrará en mis miserias, en mis tribulaciones y en mis angustias, un motivo más para oír mi petición.

Quiero que mi corazón esté lleno de la confianza con que oró el centurión romano en favor de su criado; de la confianza con que oraron las hermanas de Lázaro, los leprosos, los ciegos, los paralíticos que se acercaban a ti porque sabían que tus oídos y tu Corazón estaban siempre abiertos para oír y remediar sus males. Sin embargo… Dejo en tus manos mi petición, sabiendo que Tú sabes las cosas mejor que yo; y que, si no me concedes esta gracia que te pido, sí me darás en cambio otra que mucho necesita mi alma; y me concederás mirar las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro ángulo, con más espíritu de fe. Cualquiera que sea tu decisión, nunca dejaré de amarte, adorarte y servirte, oh, buen Jesús.

Acepta este acto mío de perfecta adoración y sumisión a lo que decrete tu Corazón misericordioso.

Amén.

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